Hace unas jornadas compartíamos con vosotros un estudio de investigación acerca de la posibilidad de que en los próximos años, a partir de 2030 aproximadamente, se desarrolle una pequeña Edad del Hielo, similar a la que tuvo lugar en la Edad Media, el conocido mínimo de Maunder.

Hoy publicamos un artículo realizado por J. Carlos Ramos García, quién nos muestra un punto de vista diferente. Para él no habrá ninguna Edad del Hielo, al menos producida por la baja actividad del sol en los próximos años.

En estas últimas semanas, en la prensa, hemos constatado ciertos artículos que hablan de que el comienzo del mínimo solar que está por llegar, nos llevará a otra pequeña edad de hielo como sucedió durante el mínimo de Maunder.

Es interesante el gran debate, que ya no es nuevo, sobre los mínimos solares y su interacción con la tierra, citando como ejemplo el tan conocido mínimo de Maunder, que coincidió con un periodo concreto que está fijado entre 1645 a 1715 y la citada como “pequeña edad de hielo” (PEH) tuvo su orden cronológico desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX.

Está claro que no se ha estudiado de forma consistente (en datos) esta cronología como para poder atribuir a un mínimo solar un evento (PEH) como el que se intenta hacer cuadrar sin datos fehacientes que lo avalen.

Con lo cual, según lo antes expuesto, es complicado atribuir a este mínimo la PEH, ya que sale fuera de su rango, además, merece la pena citar que hemos tenido muchos más mínimos solares que no han producido en absoluto ningún fenómeno climático adverso en la Tierra durante su ciclo.

Dato relevante: En el invierno de 1683-1684 fue que uno de los más calurosos en 350 años, algo que no ocurre durante una “edad de hielo”, ni grande ni pequeña, y dentro a su vez del famoso mínimo de Maunder.

En los mínimos famosos de Wolf, Sporer, Maunder, Dalton y en cualquiera de ellos existieron otros factores que fueron la causa del enfriamiento terrestre donde pasamos por la actividad volcánica, los aphelios terrestres, presión del viento solar, Rayos cósmicos, etc. pero a su vez no fueron una situación global, solo fue sectorizada en el hemisferio Norte.

Ha habido periodos de muy bajo flujo solar (Emisiones de radio F10.7) como en Junio a Noviembre de 2008 donde el promedio mensual llego a -68 que fue el más tenue desde 1955, pero no por esto bajo la temperatura terrestre a nivel global.

Por otro lado la irradiancia solar total (luminosidad recogida a través de longitudes de onda) ha tenido bajas en longitudes de onda visibles y longitudes de onda del ultravioleta extremo pero esto no disminuyó el famoso calentamiento global.

Dejando a un lado este tipo de mínimos de actividad solar más destacados, el Sol en su dinámica tiene dos ciclos marcados, uno de 11 años donde se invierte su polaridad y pasa de un mínimo a un máximo; y otro de 178 años en el movimiento de su baricentro.

Sabemos que nuestro Astro está entrando en una fase de debilitamiento magnético exponencial, aunque ello no implica una debilitamiento energético de su dinámica interna, cosa que por otra parte continúa en su etapa meridiana de actividad.

Es lo que se da en conocer como La previsión del Letargo Solar, y el bajo nivel de su actividad magnética, que ha sido estudiado y contrastado por grupos de clima espacial como GAME.

Aclaración: Lo que mantiene al sol caliente son las reacciones de fusión nuclear que tienen lugar en su núcleo.

Poco puede hacer el campo magnético para afectar de manera perceptible el calor emitido por el sol.

Aclarados ya unos pequeños conceptos sobre nuestro astro rey, pasamos a la relación de estos mínimos con la temperatura global del planeta.

Ahora entramos en otro tema más complicado, que son las interacciones de las SEP y las GRC en la atmósfera terrestre, que los estudios demuestran que son factores que inciden directamente sobre la atmósfera, y pueden provocar un aumento de la capa nubosa que cubre el planeta Tierra, debido a la interacción energética de los protones con las partículas de Oxígeno y de la atmósfera.

Esto finalmente conduce a una reducción de los valores de la radiación solar que ha de arribar a la superficie terrestre, produciendo un enfriamiento.

Entender la conexión entre el clima terrestre y el Sol requiere una amplia experiencia en campos como la física de plasmas, la actividad solar, la química atmosférica y la dinámica de fluidos, la física de partículas energéticas e incluso la historia de la Tierra.

Algunos científicos afirman que “existen indicios muy claros del impacto de la precipitación de partículas energéticas solares sobre la composición atmosférica que han dejado su huella en el pasado”.

De hecho, recientemente se ha hallado que algunos eventos solares conocidos han quedado reflejados en los hielos de las regiones polares, en un proceso que aún no se conoce del todo.

Isaac Held, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (National Oceanic and Atmospheric Administration o NOAA, por su acrónimo en idioma inglés), exploró esta observación con más detalle.

Él describió cómo es que la pérdida de ozono en la estratosfera podría alterar la dinámica de la atmósfera en las capas inferiores.

“El enfriamiento de la estratosfera polar asociado con la pérdida de ozono incrementa el gradiente horizontal de temperatura cerca de la tropopausa”, explica.

“Esto altera el flujo de momento angular en los vórtices de latitudes intermedias. El momento angular es importante ya que el equilibrio del momento angular en la troposfera controla los vientos superficiales que se mueven hacia el Oeste (‘westerlies’, en idioma inglés)”.

En otras palabras, el efecto de la actividad solar en la atmósfera superior puede, a través de una complicada cadena de influencias, empujar a las tormentas que se encuentran en la superficie fuera de su curso natural.

Pero este enfriamiento es algo muy relativo y a su vez es una nimiedad y nadie lo notaría ya que sería humanamente inapreciable, estaríamos hablando de una variación del 0,1% a lo largo del ciclo solar, y representaría en la tierra a nivel global una bajada de entre 0.15 y 1 grado de temperatura.

Con estos datos está claro que será difícil ya hablar de una bajada de temperatura, ya que como se cita en un artículo de julio del 2015, y como más arriba ya se citaba, la actividad solar es independiente de su actividad magnética, que es lo que se mide en estos mínimos solares.

Actividad solar a través del Holoceno.

En el gráfico inferior es posible observar los 3 últimos mínimos solares de Spörer, Maunder, y Dalton

En cuanto a lo descrito anteriormente, sobre la actividad volcánica, merece la pena destacar 3 eventos que podrían haber contribuido de forma considerable a este enfriamiento que se relata en la PEH

1.- El primero fue la erupción del Huaynaputina en el 1600 que expulsó 19,2 Km/m3 de cenizas que velaron el sol durante meses, y alteraron el clima del Globo, el verano de 1601 fue el mas frío de la centuria en le hemisferio norte, y uno de los mas fríos en 1600 años en Escandinavia

2.- El segundo fue la erupción del Tambora en 1815 la explosión se escuchó hasta una distancia de 2600 km, y la ceniza cayó hasta una distancia de al menos 1300 km, La columna de erupción alcanzó la estratosfera, a una altitud de más de 43 km.

Las partículas de ceniza más gruesas cayeron hasta 1 a 2 semanas después de la erupción, pero las partículas de cenizas más finas se quedaron en el ambiente a una altitud de 10–30 km durante unos 2 años y produjeron el “año sin verano” de 1816, con temperaturas medias de 3º más bajas que las habituales.

Como dato destacar que la temperatura media de verano en Ginebra fue a más baja desde 1753

3.- La tercera la actividad volcánica que sucedió en 1883 con el volcán Krakatoa que partió la isla en dos y arrojo a la atmósfera miles de millones de toneladas de material, esta erupción oscureció el cielo de todo el mundo durante años y produjo espectaculares puestas de sol en todo el globo durante varios meses.

El artista inglés William Ashcroft hizo miles de esbozos de colores de atardeceres rojos a mitad de camino alrededor del mundo desde el Krakatoa en los años posteriores a la erupción.

¿Entonces una disminución en la actividad magnética no va a hacer que el sol desprenda menos calor y la Tierra se congele?

No, porque lo que mantiene al sol caliente son las reacciones de fusión nuclear que tienen lugar en su núcleo. Poco puede hacer el campo magnético para afectar de manera perceptible el calor emitido por el sol.

Pero, ¿puede entonces un periodo de baja actividad solar provocar una pequeña edad de hielo, como dice la prensa?

La respuesta es un rotundo no.

Las estimaciones más recientes señalan que el descenso de actividad solar más extremo tan sólo haría bajar la temperatura global del planeta 0.16ºC, muy lejos de catapultarnos hacia una edad de hielo.